Neuroplasticidad y hábitos: La ciencia detrás del cambio personal
- Cesia Argumedo
- 14 mar
- 5 Min. de lectura
Te ha pasado ¿verdad? Empiezas con toda la ilusión a hacer ejercicio, a meditar, a comer mejor... y dos semanas después estás exactamente donde empezaste, con una capa extra de culpa por haber abandonado. Otra vez.
No te preocupes, me pasa ocasionalmente. El año pasado juré que meditaría todas las mañanas (lo sé, siendo psicoterapeuta y neuropsicóloga debería ser más constante, ¡pero somos humanos!). Compré la app de meditación premium, preparé un rinconcito especial en casa, hasta le conté a mis pacientes para "comprometerme". Tres semanas después, el cojín de meditación se había convertido en otro adorno más en mi estudio.
Lo curioso es que no es falta de voluntad (bueno, no solo eso). Hay toda una ciencia detrás de por qué nos cuesta tanto cambiar y, mejor aún, cómo podemos hacerlo de verdad. Se llama neuroplasticidad y, desde que la entendí más profundamente, mi relación con los hábitos cambió por completo.
Durante años nos dijeron que el cerebro adulto no cambia. Que somos como somos y punto. ¡Qué equivocación tan grande!
La neuroplasticidad es básicamente la capacidad de nuestro cerebro para reorganizarse toda la vida. Es como si nuestro cerebro fuera un bosque donde constantemente se abren y cierran caminos según por dónde transitemos.
Mira, cada vez que haces algo repetidamente, es como si pasaras por el mismo lugar del bosque una y otra vez. Al principio apenas se nota, pero con el tiempo, ese caminito se va haciendo más amplio, más despejado, hasta que se convierte en una autopista que tu cerebro recorre sin pensar.
Por eso te despiertas por la mañana y casi en automático agarras el celular para revisar redes sociales, o te encuentras comiendo galletas sin haberlo decidido conscientemente. Tu cerebro ha construido autopistas hacia esos comportamientos.
El cerebro busca eficiencia
Lo que me parece fascinante es que casi la mitad de lo que hacemos cada día son hábitos, no decisiones conscientes. Y esto no es porque seamos perezosos, sino porque el cerebro es brillante economizando energía.
Imagina que tuvieras que decidir conscientemente cada pequeña acción del día: cómo cepillarte los dientes, la ruta para ir al trabajo, en qué orden ponerte la ropa... ¡acabarías agotado antes del desayuno!
Los hábitos funcionan con un sistema bastante simple:
Algo los dispara (una hora del día, un lugar, o una emoción)
Hacemos la conducta en piloto automático
Obtenemos algún tipo de recompensa, aunque sea mínima
Por ejemplo, yo solía terminar de atender pacientes (disparador), abrir Instagram (conducta) y distraerme un rato (recompensa). El problema es que ese ratito se convertía en una hora de scroll infinito.
Cuando intentamos cambiar esto, nuestro cerebro literal, físicamente, se resiste. No es que no quieras cambiar, es que estás luchando contra circuitos neuronales que se han estado reforzando durante años.
Los micro-hábitos: el secreto que nadie te cuenta
Voy a contarte algo que me cambió la vida. Después de años fracasando en establecer nuevos hábitos, descubrí los "micro-hábitos" y fue como encontrar un atajo en el bosque.
Los micro-hábitos son versiones ridículamente pequeñas de lo que realmente quieres lograr. Tan pequeños que te dan risa. Tan fáciles que no puedes poner excusas.
Cuando quise empezar a tomar más agua (después de años de subsistir solo con café), no me propuse beber 2 litros diarios. Empecé con "voy a tomar un solo sorbo de agua cada vez que pase por la cocina". Solo eso. Un sorbo. Ni siquiera un vaso entero.
¿Suena tonto? Pues funciona, porque los micro-hábitos hacen tres cosas mágicas:
Son tan sencillos que no necesitas motivación para hacerlos
Los puedes enganchar a algo que ya haces (como tomar un sorbo después de cada consulta)
Te dan pequeñas victorias que tu cerebro adora
Después de dos semanas tomando sorbos, empecé a llenar un vaso pequeño. Luego uno grande. Seis meses después tenía mi botella de agua siempre conmigo y la hidratación se había vuelto natural. La clave fue empezar absurdamente pequeño.
Los tres secretos para que tu cerebro cambie de verdad
Como neuropsicóloga, sé que hay tres elementos que aceleran el cambio cerebral (y no, ninguno es la fuerza de voluntad):
La repetición constante. Cada vez que haces algo, fortaleces ese circuito neuronal. Es como si cada repetición echara otra capa de pavimento a ese camino en el bosque de tu cerebro. Lo importante no es ser perfecto, sino consistente. Si un día fallas, no pasa nada; la clave es volver al día siguiente.
Estar presente mientras lo haces Esto me costó entenderlo. Hacer algo en piloto automático mientras piensas en otra cosa no tiene el mismo impacto neurológico que hacerlo con atención plena. Un minuto de meditación realmente presente vale más que una hora en la que tu mente está en la lista del supermercado.
Hacerlo desde un estado emocional positivo Tu cerebro etiqueta las experiencias según cómo te sientes mientras las vives. Si intentas meditar mientras te repites "qué mal lo hago, nunca conseguiré concentrarme", tu cerebro asociará meditar con sentirse frustrado. Intenta acercarte a los nuevos hábitos desde la curiosidad y la amabilidad hacia ti mismo.
Mi receta personal para cambiar (que por fin funciona)
Después de muchos años de prueba y error, tanto en mi vida personal como en mi práctica clínica, te comparto lo que ha funcionado:
Elijo solo UN hábito para trabajar. Cuando intento cambiar muchas cosas a la vez, acabo no cambiando ninguna.
Lo reduzco a su versión más diminuta posible. ¿Quiero leer más? Empiezo con leer una página al día. ¡Una página! ¿Quién no puede leer una página?
Lo conecto a algo que ya hago. Mi regla es: "Después de servirme el primer café de la mañana, leeré una página". El café actúa como recordatorio.
Me doy un pequeño premio. A veces es tan simple como hacer un check en mi planificador, o tomarme un momento para sentirme bien conmigo misma.
Intento estar presente mientras lo hago. Nada de leer mientras veo la TV o escucho un podcast.
Soy amable conmigo cuando fallo. Antes me desanimaba si rompía la racha. Ahora entiendo que forma parte del proceso.
Solo aumento cuando lo pequeño se siente natural. Pasé de leer una página a leer 10 minutos, pero solo cuando una página ya era automático.
La parte más difícil es aceptar empezar tan pequeño. Nuestro ego quiere resultados inmediatos y transformaciones espectaculares. Pero he aprendido que el verdadero cambio es silencioso, acumulativo y comienza con pasos que parecen insignificantes.
Un pensamiento para el camino
En mi consulta suelo explicar: "Tu cerebro es como una orquesta que lleva años tocando la misma melodía. No puedes esperar que de repente toque una sinfonía completamente diferente. Pero con práctica y paciencia, nota a nota, eventualmente creará música nueva."
Esa imagen me consuela cuando me impaciento. El cambio verdadero no es un evento, es un proceso y cada pequeño paso, por ridículo que parezca, está literalmente reconfigurando tu cerebro.
Reto semanal
Para esta semana te propongo algo: elige un micro-hábito tan pequeño que te haga reír. Practícalo durante 7 días y observa qué pasa, no solo con el hábito, sino contigo, con tu relación con el cambio.
La semana que viene vamos a hablar de algo que me fascina: "La economía de la atención: Protegiendo tu recurso más valioso". Porque en un mundo que compite ferozmente por cada segundo de nuestra atención, aprender a protegerla se ha convertido en la nueva forma de autocuidado.
¿Qué micro-hábito podrías empezar hoy mismo para impulsar un cambio que has deseado por mucho tiempo?
Elegí 3 minutos de respiración 🫁 en cuanto pongo mis pies en el suelo antes de levantarme. Empiezo mañana.
Gracias por compartir tan buenos consejos, Licda.
Ya elegí mi nuevo Microhábito, como es normal mi cerebro quiere hacer mil cosas a la vez , así que quería elegir como tres micro hábitos hasta que leí que uno es mucho más eficiente. 👌🏽 muy buen artículo Lic!
Tomaré en cuenta su receta dra 😁
Wow me gustó mucho, siempre batallo para mantener hábitos saludables